Fórmula para Límites Claros con Vida Gaviria - Vida Contigo Podcast

Apr 13, 2023

Hola hola te doy la bienvenida a un nuevo episodio de Vida Contigo, este espacio en el que estamos construyendo, tejiendo juntos, revisitando información que a lo mejor te compartido por otras plataformas, pero que siempre es importante tener presente. El día de hoy quiero hablarte de un tema que me apasiona, por lo fundamental que me parece para la preservación de relaciones saludables. Cuando hablo de relaciones, hablo de todo tipo de relaciones, no solamente las relaciones que se dan entre padres e hijos, sino también entre personas adultas.


Y es el tema de los límites. Este es un tema que me has escuchado probablemente, que me has leído y siempre siempre, siempre vuelvo a atender porque me sigo dando cuenta de la mucha falta que nos sigue haciendo, hacernos mucho más acuciosos y profesionales en la entrega de los límites.


Hoy quiero contarte de una fórmula, por llamarlo de alguna manera, que he desarrollado para facilitarnos el camino a la entrega de los límites claros. Rápidamente te voy a decir que cuando hablo de límites, uso del concepto que nos regaló el terapeuta familiar Salvador Minuchin, que categoriza los límites en 3 estilos, que son los límites rígidos, luego los límites difusos o inexistentes y por último, los límites sanos.


Es importante y este es un trabajo que hacemos a profundidad en mi programa, PazCiencia y Vida, que logres identificar de qué estilo de límites vienes tú; en tu hogar, en tu casa materna, en tu casa familiar, en tu casa de origen, hubo un estilo predominante. Ese estilo, como el mismo Minuchin señala, es un estilo pendular en el cual nos movemos de un extremo a otro y muchas veces estamos en el medio o en esos anhelados límites claros.


Seguramente hubo etapas en tu vida, sobre todo en tu infancia y en tu adolescencia, en las que prevaleció un estilo de límite. Bien haya sido el rígido, el difuso o el claro, y que probablemente es el que se convirtió en tu punto de partida, para luego relacionarte con el mundo, y ahora que eres padre, madre o cuidador, es desde el lugar donde inicialmente comienzas a entregar los límites. Si venimos de una experiencia de castigos, de premios, de amenazas, de atemorización, muy probablemente nosotros venimos de un estilo de límites rígidos en el que sentimos que si no hay una consecuencia impartida por alguien o algo externo, yo no tengo la capacidad de aprender o ni siquiera tengo la capacidad muy clara de elegir qué es lo que quiero transitar.


Si venimos de un estilo difuso en el que quizás no había muchas normas, muchos límites, probablemente yo sentía lo largo de mi crecimiento, que yo estaba en riesgo, que yo estaba en desprotección. Probablemente maneje altos niveles de ansiedad porque no tenía claridad de quien me cuidaba, quien me buscaba el colegio, quien me daba la comida, en casa de quien dormía, con quien pasaba el fin de semana y eso hoy en la vida adulta se puede traducir en una dinámica bastante ansiosa en todas nuestras relaciones. 


Y si venimos de una experiencia de límites claros, muy probablemente yo no experimento mucha culpa cuando entregó los límites, para mí no es realmente un conflicto decirle al otro, hasta donde sí o hasta donde no cuentan conmigo. Para mí no es realmente un conflicto decirle a mis hijos, yo espero esto de ti, tú puedes esperar esto de mí, y si alguno de los dos incumple, pues viviremos la consecuencia que se deriva de esto.


Entonces, de nuevo esto simplemente como una pincelada superficial para que entendamos que desde mi mirada, me gusta mucho el concepto o la clasificación que usa el terapeuta familiar Salvador Minuchin, que son los límites rígidos, difusos o claros y que cuando nosotros entendemos de qué estilo venimos, se nos hace mucho más fácil entender qué es lo que estamos entregando ahora en la historia que estamos tejiendo para nuestra familia.


Algo interesantísimo que sucede cuando empezamos a investigar y lo veo y lo dejo de tarea en el programa, es empezar a preguntar a las personas que tuvieron una experiencia cercana a la tuya, mientras tú crecías, tus hermanos, tus primos, tus padres, tus abuelos, tus cuidadores, cuéntame, quién me decía que sí, que no. ¿Quién me buscaba en el cine, quién me daba los permisos, que quién me acompañaba a cerrar el día, quién me transmitía las rutinas, las normas de convivencia? Si es algo que a lo mejor no tienes muy presente. Y si lo tienes presente, maravilloso.


Entonces vamos a la fórmula. No soy particularmente de entregar fórmulas o plantillas o métodos, pero dada la importancia que tienen los límites, porque están presentes y atraviesan absolutamente todas las relaciones que vivimos, creo que esto es algo muy sencillo y que si pudiéramos cómo trasladar a todas las situaciones que se presentan. Entonces, esta fórmula va a tener 3 ingredientes. En primer lugar, claridad. En segundo lugar consistencia y en tercer lugar firmeza amorosa. Te repito, claridad, consistencia, firmeza amorosa. Vamos a entender entonces de qué se trata cada uno y lo voy a hacer con ejemplos de la cotidianidad que se pueden presentar en situaciones de manera muy frecuente, para que luego, cuando se presente cualquier situación, tú tengas como un poco más de luz a la hora de aplicarla.


En el tema de la claridad es importantísimo que nosotros pongamos en palabras lo que sí esperamos del otro, sea un adulto, sean nuestros hijos, sea la amiga de nuestra hija, quien sea. La claridad es fundamental porque es el punto de partida desde el cual yo tengo expectativas.


Si por ejemplo, yo le digo a mis hijos, puedes ir a comer con tus amigos y tienes que estar de regreso en la casa a las 23:00, de la noche, cuando te traiga la mamá de fulanito o amigo tuyo que maneja, etcétera. ¿Yo estoy siendo clara, verdad? No es claro que yo le diga a mis hijos, puedes ir a cenar con tus amigos, está aquí temprano. Porque el término "temprano", al igual que ese esa frase tan manoseada, de "pórtate bien", son instrucciones o mandatos muy vagos, muy generales.


Temprano para mí va a ser un horario, para mi pareja va a ser otro, para mis hijos están pequeños va a ser otro, para mis hijos adolescentes va a ser otro, etcétera, etcétera. Entonces ahí ya estamos de alguna manera elevando la probabilidad de que el límite no se cumpla y que terminemos en un conflicto. Entonces con claridad yo voy a enunciar lo que sí espero de ti.


Tendemos a caer en el error, de enunciar muy claramente todo lo que no espero. Por ejemplo, tomando esta misma situación que nos está ilustrando en este momento, "no me vayas a llegar demasiado tarde, no vayas a inventar después que estés en el sitio con tus amigos que te vas para otro, cuidado con decirme que te venías con la mamá de fulano y después yo descubro que te viniste con fulano o tal persona".

Entonces toda esta lista de lo que yo no espero mete ruido, ensucia la comunicación y no deja claro lo que yo sí espero de ti. Estoy segura que esto supone un reto y esta es la primera tarea que te dejo en este espacio, porque, si te das cuenta y analizas brevemente en nuestro discurso, estamos muy entrenados para decir todo lo que no queremos que suceda, todo lo que no nos gusta, todo lo que no tenemos y entonces ese espacio de lo que sí espero de ti, de lo que sí valoro, de lo que sí veo que eres o haces queda como desierto.


Entonces, primer ingrediente, claridad, segundo ingrediente, consistencia. Supongamos en este mismo ejemplo que tu hijo o tu hija insiste, porque bueno, porque es su función como hijo, como hija y la va a pasar bien con sus amigos o amigas y a su grupo se va a quedar hasta un poco más tarde y quiere también estar en el grupo de los que regresan más tarde a la casa y te insiste "mamá, pero es que yo quiero quedarme más tiempo," y tú, con consistencia, si entiendes que este límite es algo que protege, que tú quieres sostener, vas a sostener el límite. Y le vas a decir "mi amor, ya te dije que sí puedes ir, no te estoy diciendo que perdiste la oportunidad de ir, sí puedes ir siempre y cuando estés aquí de regreso a las 23:00 de la noche porque te va a traer tal persona".


Fuiste consistente. Suele pasar que en el cansancio, en el agotamiento que esta vida que llevamos, a veces pareciera que va en contra de nosotros y no favor de nosotros, tú digas "¡Bueno okey está bien por hoy, pero qué fastidio! ¡Insistes tanto que terminas consiguiendo lo que quieres de nuevo!" Va a haber momentos en los que sí, vas a flexibilizar el límite, porque sí estabas cansada, porque sí hoy hay una salida especial, porque hoy vino de visita alguien que no vive aquí y bueno después lo re pensaste, dijiste bueno que importa mañana no hay colegio, si van a estar en tal sitio que es seguro y los va a regresar un papá, una mamá que yo conozco que importa.


Pero si tú eliges sostener el límite, la consecuencia es 1 de los ingredientes fundamentales, los 3 lo son y así como son fundamentales, son retadores.


El tercer ingrediente, que creo que es el que más desafío supone, sobre todo si venimos de una experiencia autoritaria, es construir una voz fundamentada en la autoridad amorosa.


Tengo una amiga, colega terapeuta, que me ha guiado a mucha luz en mi proceso de desarrollo profesional que es Odile Caram, y ella "dice una de mis metas en la vida es ser una persona amorosa, con límites claros". Porque en nuestro chip, en nuestra historia, en nuestro mensaje cultural, viaja esa sensación de que el límite es antipatía, de que yo te tengo que decir que no con un grito, con un regaño, con una apretada de dientes, con un sarcasmo y nos cuesta mucho a veces entregar el límite de manera amorosa.
Vamos a practicar tomando el mismo ejemplo, ya le dijiste a tu hijo o a tu hija que sí que puede salir, que tiene que estar de regreso a las 23:00 de la noche y tu hijo sigue insistiendo. Con firmeza amorosa, esto se vería más o menos así: "Mi amor, entiendo que te quieres quedar más tiempo. De nuevo, ya te dije cuáles son las condiciones para que tú puedas ir. Tú decides si las tomas y vas o si no las tomas y te quedas. Puedes ir a ese lugar siempre y cuando estés aquí de regreso a las 23:00  de la noche porque te va a traer esta persona que se comprometió a tenerte aquí en ese horario."


Fíjate que en la firmeza amorosa no hay gritos, no hay amenaza, no hay atemorización, porque termina pasando que a veces en la impaciencia gritamos para comunicar el límite y suena más o menos así: "¡Ya te dije que no, pero tú si eres insistente! ¡Que fastidio y si me lo vuelves a preguntar, no vas a ir ni que te regreses a ninguna hora porque es que me sacas de quicio y eres especialista en tocar mis botones y detonarme y hacer que yo explote y es que yo no quería explotar, pero es que todo lo logras!"


En la retahíla de culpabilizar al otro y de no asumir que soy yo explotando en mi desgaste acumulado. La firmeza amorosa te va a dar resultados maravillosos, incluso en las relaciones adultas. Aprovechando que estamos hablando de límites y de esta fórmula, quiero hacer algunas puntualizaciones respecto a las relaciones entre adultos.


Ciertamente con los hijos no nos cuesta tanto establecer el límite porque media, eso que llaman el amor incondicional, que honestamente no creo que sea tan incondicional, pero ese es tema de otro episodio.
Como yo soy la cuidadora, como yo soy el adulto, como yo soy tu papá, tu mamá, tu figura significativa de apego, de autoridad, etcétera, etcétera, a mi no me cuesta entregarle el limite a mis hijos. Probablemente me cuesta entregárselo de manera clara, pero no me cuesta entregarle alguno.


A medida que la relación va entrando en terreno de riesgo, es decir, "No quiero decirle a mi suegra o a mi cuñado o a el padrino de mi pareja que no vamos a ir a su cena de Navidad" porque hay una inversión efectiva y hay un riesgo mayor, percibido o real, de que esa relación se fracture, se distancie o incluso se pierda si yo establezco un límite.


Entonces, quiero regalarte una manera en la que va a ser mucho más fácil y exitoso para ti entrenarte en la entrega de límites claros. No vamos a empezar por las situaciones que más trabajo nos dan. Vamos a empezar precisamente por aquellas en las que nos es fácil entregar el límite claro.


Por ejemplo, vas a un restaurante de comida rápida y te ofrecen que con la oferta, te vas a llevar 2 por 1, o el tamaño extra large, y tú no quieres 2 por 1, y tú no quieres el tamaño agrandado. Tú le vas a decir "No gracias" y de repente la persona insiste y tú le vas a decir "Entiendo que esa es la oferta, pero de verdad no quiero" y de repente la persona vuelve insistir y tú le vas a decir "Ya por favor cóbrame, esto es lo que me voy a llevar el día de hoy". Aplicaste la fórmula en una situación donde no había inversión efectiva.


Luego que tú te hayas permitido hacer este ejercicio repetidas veces con situaciones similares en las que tú no sientes que hay un riesgo, podrás entonces empezar a aventurarte con aquellas relaciones en donde te dan un poco más de temor establecer un límite.


Sobre todo, nos da temor si esa relación se ha tejido en base a un límite distinto al que quiero establecer ahora o a un no-límite. Muy probablemente del otro lado, este nuevo límite se reciba con duda, con extrañeza, con sensación de "¿Por qué Vida ahora viene y me dice que no puedo ir a su club de playa todos los fines de semana, cuando antes no pasaba absolutamente nada y yo iba?"


Entonces aquí probablemente te va a dar más trabajo. En estas relaciones cercanas, pero no de amor incondicional, como puede ser la relación con tus hijos, que de nuevo no es tan incondicional, pero hoy vamos a dejarlo de ese tamaño. Entonces, para entrar allí es importante que tú te hayas entrenado en otras situaciones, en otras prácticas que supongan menos temor o menos riesgo. Ojo, el resultado de establecer límites claros es tan beneficioso que vas a terminar agarrándole el gusto muy rápido y vas a entender "Es que en la medida en que yo le digo al otro cómo sí relacionarse conmigo, cuido nuestra relación".


Algo que insisto que les entrego en el programa de PazCiencia y Vida de manera muy profunda y en lo que creo, es que los límites son protecciones.


Cuando yo entiendo decirle al otro, es decirle con claridad, hasta dónde cuenta conmigo, con que sí y con que no, termina trayendo buenos resultados. Es como ese proverbio o refrán de la sabiduría popular que a mí me encanta porque me parece que recoge una inteligencia colectiva de manera muy fácil que dice, "Cuentas claras, buenas amistades". Es exactamente lo mismo: límites claros, relaciones que perduran.


Así que quedo muy pendiente de saber cómo te fue aplicando esta fórmula a todas tus relaciones y que cuentes por correo, en comentarios, donde puedas en este espacio ¿Cómo lo sientes, qué sentido te hace ahora a ver los límites como protecciones y no como antipatía? ¿Y qué beneficios han comenzado a traer a tu vida?

Gracias de nuevo por estar en este espacio y nos volvemos a encontrar en otro episodio de Vida Contigo.

Te acompaño a encontrar la claridad y la paz que necesitas para disfrutar más de todos tus roles

Con mi guía profesional, te brindaré las herramientas y recursos para que puedas transformar tu realidad y crear una experiencia de vida y de crianza más amable, más afectiva y más sana emocionalmente.

CONSULTAS

Suscríbete al Newsletter